Pasaron los días y no podía evitar sentirme tan frágil, pequeña o así como uno se siente acorralado en un rincón jactándose que su adultez no era mas que un disfraz. Me daba cuenta de mi error, claro que lo hacia (jamas negué mis defectos) pero no podía hacer mas que esperar.
Los minutos que se hicieron horas comenzaron a hacer notar la despedida de los pájaros; el tiempo, abismal monstruo, se burlaba de mi: cada vez mas parecía encerrarme en ese reloj junto con el para resonar en mi cabeza el tic-tac recurrente de su danza cíclica.
No podía evitar ahogarme con la sensación de sentir el abrazo que mas necesitaba pero que no podía tener.
Decidida, me levanta de la cama y eché un último vistazo al panorama de esos hilos de noche que comenzaban a tejerse fuera de la ventana.
Al fin y al cabo,me dije, nos conformamos de instantes que suceden y de otros que esperan acontecer, mas allá de eso no podemos seguir: somos pasado, presente, futuro anclados en un constante y rotundo andar que busca llegar a ese destino que soñamos... ese destino en ese momento, en esa habitación eran tus brazos.
Fénix-
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