viernes, 24 de octubre de 2014

Iluso

Habían transcurrido varios días sin despertar, envuelta en una especie de conmoción infinita, un golpe en la cabeza del que uno no suele recuperarse fácilmente.
Las preguntas rondaban mi respiración pausada como si fuera lo único en mente, no podía seguir así: un cigarrillo más, un vaso más, me quedaría todos los días de este pasaje demencial acabándome ese ron de poca marca que atesore en caso de emergencia.
Y si, no soy una del montón, no puedo revolcarme en el mismo fango que todos, jamás me gusto ser parte de ese circo y no tenia en mente el deseo de ser participe…hasta hoy.
No me queda nada por demostrar, quiero venganza, hace tiempo la siento roerme el cuello sin parar.
Ya habías vuelto a casa cuando  terminaba de desvestirme para entrar a la ducha, tus manos frías empezaron a rodearme, como si nada hubiera pasado, como si tu nombre siguiera tatuado en mi piel.
Me tomaste por la cintura para  lentamente comenzar a besarme el cuello, querías que te perteneciera, siempre lo anhelaste y hasta hubo un momento en donde mi cuerpo como mi alma habían reposado en tus manos, pero ya no. Eras un iluso, tan débil ante la carne.
El juego cuyo final nunca entenderías, había comenzado: despacio me sometí a tu enfermedad, disfrutaba entre repulsiones latentes al saber que por fin podría descansar en paz, lejos de las pesadillas que tu persona había metido en mi. Acechábamos una ruta rápida que derramaba tu sed y saciaba la mía.
Una vez adormecidos tus sentidos, tome tu cabello fuertemente, saque el arma que guardaba debajo de la cama y la puse en tu cien. Estaba fría, por lo que abriste tus ojos cargados de desesperación.
Ya no había vuelta atrás, no me importaba tu vida, ni la mía. Estaba sumida en un encierro gris que fagocitaba mis días. Comenzaste a llorar rogando perdón como si fuera algo fácil, sin saber que el diablo ya me había dado tu sentencia.
1…2…3 y jalé del gatillo sin dudarlo; la sangre comenzó a recorrer mis manos además de la cama, el piso, mi cuerpo.
En la pared yacía el retrato en pintura roja de lo poco que tenias dentro de esa cabeza retorcida que me llevo a esto, a convertirme en un monstruo sin piedad.

Tu cuerpo seria desmembrado, listo para consumirse en el más hondo de los infiernos por quienes te tentaron y vos, iluso, caíste en su trampa, como en la mía.

Fénix Mars


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