De a ratos aparece, emocionada, con tanto que brota del alma en sus manos que siempre termina callando, ya que decirlo seria acrecentar su crimen. La encadenaron hace tiempo para que sus sensibilidades no afectaran el racionamiento del hombre, para que su magia no interceda en las decisiones lógicas ni en los castigos de su pueblo.
Espera, algo en esa cueva fría y oscura, espera, el momento indicado, para que su cuerpo se levante en una sacudida rápida que rompa su encierro. Tiene el poder de hacerlo, pues la fuerza de su espíritu puede contra cualquier tragedia, inclusive las sentimentales.
Ella ama, con pasión, con ternura, con lealtad y eso en parte hizo que ella sea tan grande como es hoy, tan hermosa ave. No entiende de maldades, solo sabe repararlas con su canto antes de que caiga la noche. Canta, vibra, despliega la vida en este mar de muertes que creo su hermana de la oscuridad.
En su partida sobrevolará las nubes cirros de la consciencia, de ese impulso inquieto que carcome hasta los huesos. Una vez arriba, en donde el viento rellena el espacio, se quedara estática frente a la luz para contagiarse de ella creando un espejo de cielos rosados, de algodones que suavizan el aire y que llegan a acariciar las almas de los poetas. Esa luz, desde su altura, derretirá lentamente los hielos, la consciencia, lo que carcome y que es difícil de vencer hasta para ella misma.
Fénix Mars~
lunes, 20 de octubre de 2014
El encierro del ave
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