Ella sufría una transformación.
Su alma estaba rota y aun así pedía a gritos no desmoronarse.
¿Cómo sacaba su dolor?
¿Cómo hacer que se consuma rápido?
El tiempo pasaba lento...
Otra fiel compañera en el sillón lo sabia,
sentía lo mismo o aún peor,
pero no parecía gritarlo.
Sola, cabeza gacha
se hundía en un sueño profundo para despertar en otra realidad,
en otro día soleado con el.
Las lágrimas de ambas llenaban el espacio de alfileres invisibles.
Ella sufría una transformación,
de hecho la compartía,
una en la que la felicidad estaba a un puñado de ellas,
esa que jugaba con ambas,
esa que amaba a ambas.
Un amor no humano,
un amor real.
Fénix Mars
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