Me quedo con un puñado de sal y arena a mis pies, nubes de marfil que se entrelazan a las de color ceniza anticipando algo: un viento de libertad quizá o una tormenta que hace falta disipar de nuestro sol.
Respiro, inhalando la dulzura de una mirada lejana que tiñe mis días de colores tibios, aunque no por eso dejan de ser fuertes. Hay algo dentro de esta infinidad azul.
Es el letargo de este diciembre, de este suspiro compartido al fin que llego para extenderme una mano y tener con quien dar vuelta a las hojas de los arboles así como también al reloj de arena que ahora descansa en nuestras manos.
Somos quienes manejan el tiempo, somos las agujas de un sentir compañero que se agita entre espuma y caracoles.
Exhalo, las flores marchitas se alejan con la marea, las que florecen me acarician como si supieran la verdad que recorre la arena caliente.
De una forma u otra vuelvo al centro, al mio, de a poco, entre brazadas y bocanadas de aire, vuelvo, hacia esa playa que nunca se fue de mi.
Fénix Mars-.
Claro que hay algo!
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