Que torpe que fue, al creer, sentir, reparar lo que no se podía. Yacía muda a la espera de una confrontación al menos fingida que bien sabia nunca iba a llegar.
Preso su ser en esta rueda de silencios y porqués que es la vida, de este mundo que solo le da chances al descaro por encima de lo real, presa, en una cárcel cuyos barrotes ella misma había creado...comenzaba a respirar.
Ya no alcanzaban las palabras, ni siquiera la idea de esculpirlas en un trozo de papel podría poner un paño en su herida; la calma de las aguas no implicaba más que fortaleza.
El se lo había dicho, la habían destruido como se destruye algo que por fuera resplandece.
Su corazón se encogía en sus manos y ella, sin alma, lo quería, solo se encontraba en la penumbra.
¿Cuántas dudas agitaban su suelo? ¿Cuántas veces su presencia colmaría el ambiente de una estática que atraía pero se dejaba soltar?. La mente divagaba a cuestas un recuerdo a la par de un olvido que enmarañaba las miradas perdidas.
Todavía lo sentía, ese rubor del alma, quizá una confusión, quizá un sentimiento, ¿Qué importaba?, aun así el tiempo los iba a esclavizar para exprimirlos en un mar de lunas y soles, para ver si algún día volverían a tocar sus manos.
Ya no voltearía a mirar ese pozo dos veces cavado, no, debía volver a dibujar su persona, construirla como un puente hacia el mejor camino posible por más de que en su pensamiento solo podía teñirlo de un gris opaco, soledad.
Dolían los rayos del sol a la mañana, una caricia constante de esfuerzo, se encontraban entre paredes de terciopelo: el, amor, ella, resentimiento.
Su pluma garabateo un "Fin"
Fénix Mars-.
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