miércoles, 11 de diciembre de 2013

Astros


Azul, turquesa, celeste…Observo la grandeza del cielo desarmándome aquí abajo.
Voy recorriendo las calles vacías de mi barrio en busca de una señal que me tranquilice.
De repente, un recuerdo afloro de mi mente: me vi pequeña, enérgica, con miles de dudas del mundo exterior que quería saciar lo más rápido posible.
Solía pasar las noches en la parte trasera de mi casa, ahí donde creaba mi propio mundo lejos de los ruidos; mimetizaba con la negrura del espacio sin tener en cuenta el tiempo que seguía corriendo…tranquila, miraba con pasión el infinito universo buscando conexiones entre esos puntitos de luz tan brillantes.
Así era como sentía la paz, como dejaba volar mi mente inocente con la brisa calida de los veranos (sin duda este era mi ritual favorito); cada tanto podía ver una estrella fugaz, cerraba mis ojos y pedía un deseo, algo que siempre me dijeron que hiciera como si no hubiera nada mas importante en la Tierra.
Cuando volvía la mirada hacia mi panorama, sentía como el suelo y el firmamento eran uno, allá arriba los astros tan estáticos, inalcanzables, perfectos; acá abajo las luciérnagas danzaban formando constelaciones siendo lo único que alumbraban.
Hoy esa escena no es más que un recuerdo lejano, justamente en este día no puedo pensar en nada mas que no sea este sentir que traigo en mi pecho, me desgarra, me hunde, ni siquiera las más lindas figuras en el cielo pueden aminorar mi carga.
Trato de no llorar pero la situación es más fuerte que yo.
Enciendo mi último cigarrillo, me pierdo en esta esquina de encuentros, desamores y partidas con la esperanza rota de saber que mis estrellas sin el no volverán a brillar.

Fenix-.
Taller literario 22.11.13




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